Juan Manzur siente que cada vez necesita menos a Osvaldo Jaldo y el inconsciente lo lleva a olvidarse de su socio político. El vicegobernador percibe el desdén del gobernador y sopla fuerte, como un huracán de viento zonda, para que su agite se haga notar.
El idilio entre uno y otro se sabía precario y provisorio, tanto como más poder acumule uno por sobre el otro. La omisión de Manzur de invitar al titular de la Legislatura al acto del sábado, de compra de equipamiento médico con fondos de la Cámara, no fue el único signo a observar en la nueva ola de tirantez en la relación entre ambos. En las redes sociales y en páginas web partidarias (disfrazadas con formato periodístico) comenzaron a aparecer otra vez -por ahora- tibios cuestionamientos a la figura del vicegobernador. Incluso en Buenos Aires se volvió a buscar un posicionamiento de la figura del mandatario local. Jaldo escuchó el ruido de ese río y anticipa que piedras trae. Por eso elevó la guardia y salió a cuestionar al entorno del mandatario. El tranqueño no quiere que se le pase ningún detalle, pero Manzur parece caminar varios pasos delante suyo.
El gobernador venció a su padre político José Alperovich gracias al apoyo jaldista. De eso no hay dudas, pero ahora logró consolidar una férrea estructura propia en la provincia que le ofrece cierta tranquilidad. En la capital, cuenta con el apoyo de los poderosos hermanos Vargas Aignasse, que pisan fuerte en el territorio. Le sumaron un alfil que proviene del área de Salud a ese armado capitalino y una pizca del otro Vargas Aignasse, Gerónimo, que maneja varios circuitos. Los Yedlin también se anotan en ese lote.
En el interior provincial, Manzur atesora la buena gestión política de Miguel Acevedo, el ministro que supo acercarse a cada delegado y a cada intendente con soluciones para los tensos momentos con el macrismo y con la pandemia. También supo reemplazar a Jaldo en esas tareas.
Los diputados nacionales Mario Leito y Carlos Cisneros -con la poderosa estructura gremial bancaria por detrás- completan una suerte de mesa chica política que le ofrecen una fortaleza que no supo sentir el año pasado, cuando la dirigencia peronista lo miraba con desconfianza y seguía al osado Jaldo. A ello se suma la relevancia del gobernador a nivel nacional: Manzur es, a su vez, de la mesa chica del albertismo. Además, gracias a su perfil empresario, le sobra oxígeno y analgésicos para financiar una campaña. Hasta la vacuna contra el coronavirus tiene aroma a Tucumán: su amigo, Hugo Sigman, fabricará el antídoto en su laboratorio. Remembranza de kirchnerismos pasados.
Justamente, esos kirchnerismos, más bien cristinismos, podrían jugarle en contra al gobernador. La vicepresidenta lo tiene entre ojos y, por más que Manzur enlaza buenas relaciones con su entorno, es muy probable que el Instituto Patria aterrice por estos lares. También que deba sí o sí cederle puestos salibles en las nóminas de candidatos de las parlamentarias del año próximo. El olvido no es propio de Cristina Fernández.
Por eso todos observan con tanta atención qué hace Germán Alfaro. El intendente goza por ahora de una inmunidad “Suiza”: ni “internistas” ni manzuristas ni jaldistas se atreven a luchar en su territorio. Saben que de él puede depender mucho. El intendente también lo sabe y por eso especula. Si Manzur y Jaldo van juntos, será un escenario para su Partido de la Justicia Social. Si esa dupla se rompe, será otro. En uno u otro, tiene las de ganar o, de mínima, de mantener su poder. Sin embargo, la historia dio pruebas de sobra que los “países” neutrales a la larga terminan corriendo el riesgo de perder todo.